Los drones se han convertido ya en una auténtica revolución tecnológica aplicable a casi cualquier ámbito de nuestras vidas. Sin embargo, hay una función que destaca por encima de las demás, no sólo por su eficacia sino también por su gran utilidad: se trata de los drones que salvan personas. En este sentido, un dispositivo volador controlado remotamente tiene la ventaja de poder acceder a casi cualquier rincón en el menor tiempo posible.
Ya existen drones capaces de transportar un desfibrilador hasta una persona que ha sufrido un ataque al corazón; otros que llevan comida y otros productos de primera necesidad en caso de catástrofe; también hay dispositivos que pueden localizar personas desaparecidas o heridas (ya sea en la montaña, en un terremoto o en una inundación); pero también son útiles en caso de incendios, accidentes de tráfico o incidentes marítimos.
El coste de un dron es mucho menor que el de un helicóptero y, aunque estos aparatos todavía no son capaces de rescatar a personas stricto sensu, sí que facilitan las labores de cuerpos policiales y de rescate, ahorrando en costes y en tiempo, un factor primordial en este tipo de sucesos catastróficos. Por lo tanto, los dispositivos autónomos pueden salvar muchas vidas, un hecho que, aunque parezca sacado de la literatura de ciencia ficción, ya forma parte de nuestro presente.
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