En muy poco tiempo los smartphones se han hecho un hueco en nuestras vidas. Uno tan grande y tan importante que actualmente son muy pocas las personas que viven sin un dispositivo móvil inteligente cerca y menos las que están dispuestas a desprenderse de él. La principal ventaja de estos aparatos es que, con un tamaño mínimo, tienen la capacidad para realizar una enorme cantidad de acciones, desde contactar con los nuestros a través de aplicaciones de mensajería instantánea, hasta registrar nuestros entrenamientos físicos o sacar fotos, editarlas y colgarlas en cualquier app en menos de cinco minutos.

Precisamente en este último punto es donde los smartphones entran en conflicto con el mundo de las cámaras. No es casual que en estos últimos tres años el mercado de las cámaras haya caído considerablemente, al mismo tiempo que los smartphones celebraban su gran éxito en el mercado y mejoraban sus características técnicas y estéticas. Según datos de la CIPA (Camera & Imaging Products Association), la demanda de cámaras ha bajado desde mediados de 2012 en más de 20 millones de productos. Un declive que se manifiesta independientemente del tipo de cámara, aunque las más castigadas son las compactas.

Aunque las cifras no son positivas para el mercado de las cámaras, es cierto que a lo largo de estos últimos meses se ha visto una estabilización en la demanda de estos artículos. En este sentido, los fabricantes de cámaras pueden tomarse un respiro para encontrar la manera de competir con el potente mercado de teléfonos inteligentes, aunque cada vez más parece que las cámaras se reservan sólo para los profesionales del sector.

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